La Industria Minera Española en 1586
El modo cómo se inició de hecho el aprovechamiento de la minería de Zamora lo revela como uno de los más antiguos documentos conocidos, merced a su reproducción en las "Relaciones Geográficas" de Jiménez de la Espada.
El Capitán Rodrigo de Arcos, Alcalde ordinario de la ciudad de Loja y Teniente del asiento de Zaruma, presentó un pedimento a don Pedro de Guzmán Ponce de León, Corregidor y Justicia Mayor de Loja, Zamora y Zaruma, el 13 de diciembre de 1586, treinta y ocho años después de fundada Loja, en relación con Zaruma y dice: "En el asiento y minas de Zaruma tengo muy buenas minas de oro y dos ingenios con que muelo los metales e cada día descubro minas y saco muy buen oro de ellas, y sacaría mucho más, si tuviese indios mitayos abundantemente para poder beneficiar los dichos ingenios y minas, porque ha acaecido en una semana más de quinientos pesos de oro, y teniendo mitayos pudiera sacar mucho más".
De manera que con mi buena industria, he aventurado gastar mi hacienda e hecho dichos descubrimientos, de que ha resultado y resultará grande en pro e utilidad a los reales quintos de las dichas ciudades de Cuenca y Loja, que están pobres especialmente en la dicha ciudad de Cuenca, no tienen otras minas más que las que yo he descubierto en Cañaribamba; ni la dicha ciudad de Loja tiene otras minas más que las de Zaruma; es así por los grandes gastos que he hecho lo que he descubierto, como porque siempre acomodo y favorezco a personas virtuosas, pobres y caminantes de monasterios, merezco que Su Majestad me haga merced me ofreciere y que me mande dar indios para beneficiar dichas minas, pues de allí ha de redundar gran cantidad de sus reales quintos en toda la República".
Confirman los testigos, comenta Jiménez de la Espada, lo expuesto en el pedimento, y uno de ellos, Pedro de Muñatones, vecino de Loja, añade que Arcos entró al río de Santa Bárbola con indios puruháes; que el ingenio de mazos y hierro y fuelles lo construyó Diego López, maestro de hacer ingenios; al cual vio el testigo y dice que: "No vio otro mejor de más casta"; y que las minas de Arcos en Zaruma estaban a dos jornadas de Loja y concluye: "Que además de los que tiene dicho ha visto que en la hora de agora anda descubriendo minas en Catacocha, dos jornadas de la ciudad de Loja".
Estos pedimentos y más informaciones indujeron al Consejo Real de Indias a formular un interrogatorio, que lo redactó el consejero ponente don Agustín Álvarez Toledo en 1592.
Contestando a este interrogatorio existen cuatro "Relaciones" que las reproduce en las suyas Jiménez de la Espada. Dos de ellas son anónimas, las otras dos son del Licenciado Francisco de Auncibay y de don Pedro González de Mendoza. Las anónimas se imputan al Licenciado Morales Tamayo, Fiscal de la Audiencia de Quito, por una referencia del Obispo de Nicaragua, Fray Gerónimo de Escobar, uno de los consultados sobre las minas de Zaruma.
De estas "Relaciones" es preciso conocer los datos más destacados, pues todas coinciden en el asunto general de poblar el asiento minero de Zaruma con dos mil indios, por el sistema mitimae, es decir, transportándolos de otras poblaciones.
En la primera Relación -anónima- y quizá la más importante por los datos que suministra se afirma:
"El asiento de estas minas de oro es un pedazo de tierra la mejor y más rica que hay hasta llegar al Cerro de Potosí, por ser riquísimas las vetas de oro que corren y van a cuatro y seis leguas y más y menos, y está cruzado y atravesado de ellas, de donde se ha sacado y se puede sacar millones de años grandísima riqueza de oro, y en cada uno de muchos años se han sacado a más de doscientos mil pesos, y a Su Majestad le ha valido sólo los quintos reales en cada uno de ellos, pasados de cuarenta mil pesos.
"Habrá como treinta ingenios en que continuamente se suele moler los metales de oro que de las dichas minas se sacan, cada uno de los cuales tiene siete y ocho mazos de hierro que suben y bajan a dar golpe con ellos hasta los moler como harina, con artificio de una rueda grande que la hace andar el agua a manera de batán, sin trabajo de mula ni caballo ni otra cosa".
"Desde el mismo mortero en que dan los mazos de metal por donde sale el oro molido que lo hecha al agua, tienen puestos unos paños o frezadas más de veinte pasos a lo largo, para que pase por encima; y como es pesado el oro, quedase en ellas y pasa adelante el agua y arena y tierra que de él ha salido. Cogen estos paños cada tarde y en grandes bateas los meten y lavan, y en el hondón de ellas queda el oro, el cual se saca, junta y limpia con azogue. Cáusalo esto el no ser amoroso como otros el oro. Está sobre plata de 7 o 8 quilates. Este oro lo sacan a fundir en tejos sin marca, y también en polvo, a las Cajas Reales de Loja y de Cuenca, que son las más cercanas a dicho cerro, como adelante se dirá, y alguno va también a Paita, que está a cincuenta leguas de él, y otras veces a Quito donde hay cajas, que esto es en voluntad de los dueños y tratantes; pero casi todo se quinta en Loja y Cuenca".
"Este cerro y minas de Zaruma estará del puerto de Tumbes, que es la Mar del Sur, como veinticinco leguas; pero es malísimo camino, de muchos ríos caudalosos y sin puentes y está cerrado de arcabuco y ásperas montañas y más es camino de indios que de españoles. De la ciudad de Quito estará a distancia de setenta leguas y para ir a estas minas se va derecho a la ciudad de Cuenca y desde ella hay veinticinco leguas. Desde la ciudad de Loja habrá diez y seis leguas; desde la ciudad de Zamora habrá diez y ocho leguas".
"El Virrey don Francisco Toledo, con mucho acuerdo, visto la gran riqueza de estas minas y la que había asimismo en la dicha ciudad de Zamora, puso Cajas Reales en ellas y en Loja y Cuenca, para efecto referido y hizo ciertas ordenanzas, con comunicación de personas inteligentes, sobre los indios que habían de acudir al dicho cerro y minas y jornal que habían de ganar".
"Mandó fuesen para servicio de ellas de las provincias de Los Paltas, término Loja y la de Pacaribamba y Cañaribamba, términos de Cuenca, y otros pueblos circunvecinos, que distan de estas ciudades de las minas a diez, doce y catorce leguas".
"Y para esta repartición y que tuviesen buen envío, siempre los Virreyes han nombrado dos personas: la una reside en Los Paltas, la otra en Cañaribamba, con salario de cuatrocientos pesos a costa de los del cerro; de los cuales solían ir más de setecientos indios. Estos sirven un mes, y cuando se acaban, entran otros que vienen por sus mitas, que quiere decir "por ruedo"; de manera que el indio hace dos mitas de a mes cada una en un año en diferentes tiempos, y no vuelve hasta el año siguiente; y huelgan diez meses, y con esta orden todo el año andaban aviados".
"Pero tales personas y caciques han sido tan malos, que por reservar a muchos de ir a las minas, han consentido que se corrompiese esa orden y enviasen muchas veces a los que habían ya cumplido y hecho su mita de dos meses y los del cerro los detuvieron hasta que viniesen otros en su lugar, de que han resultado muertos con el excesivo trabajo, y otros inconvenientes".
"Con las dichas enfermedades y malos tratamientos se han muerto y consumido la mayor parte de estos indios, y sus encomenderos han quedado pobres, por falta que les hacen en el tributo que les pagan, y las minas sin avío y es de considerar, de donde las hay más castigados son de Dios con las dichas enfermedades y siempre mueren la mayor parte".
El Licenciado Ortegón visitó este Cerro; mandó guardar las ordenanzas del Virrey y remedió algunas cosas en favor de los indios.
"Para reparar tanto daño y que los pocos indios que han quedado se puedan conservar en sus pueblos y no se acaben de todo punto y la grandeza de estas minas se conserve y se vuelvan a remediar y ennoblecer las ciudades de Loja, Cuenca y Quito, sería el Rey, nuestro señor, muy servido, si en el dicho Cerro o Valles y riberas de él se poblaren uno o dos pueblos de más de dos mil indios vagabundos que hay en Quito y su comarca hasta Cuenca, holgazanes y advenedizos que llaman Painadillos, ladinos viciosos, que no pagan tributo ni quieren servir sino andar amancebados y en borracheras".
"Estos se podrían recoger desde el corregimiento de Otavalo y sus anejos, ocho leguas de Quito, y en el recogimiento de Latacunga y sus anejos, y en la del Riobamba y sus anejos, en todo el camino hasta la ciudad de Cuenca, con mucha facilidad".
Luego trata este informe acerca de la manera de alojar a estos dos mil indios Painadillos en un caserío que debe construirse previamente; de los jornales que debe pagarse a los indígenas; de la iglesia y hospital que debe haber, y termina diciendo que:
"El dicho Cerro es de la jurisdicción de Loja y el Corregidor pone allí teniente; pues désele dar el título de Villa y poner allí un alcalde mayor de minas y que tuviere jurisdicción y las apelaciones fuesen a la Audiencia".
Las dos relaciones anónimas coinciden a tal punto, que se las cree del mismo autor, y las restantes son divergentes en algunos aspectos, que es preciso anotar.
El Obispo de Nicaragua antes mencionado describe el asiento de Zaruma:
"Este es un cerro que llaman Cerro de Zaruma, llamado así por los indios naturales, el cual está labrado con labores de minas de oro de treinta y dos años a este cabo; porque el año de setenta se descubrió".
El Licenciado Auncibay encuentra razones, en su concepto, por las que se supone que el trabajo de las minas es muy del agrado del indígena, pues halla buen salario y mejor género de vida que en su pobre choza. Lo que le falta es darles habitaciones a los trabajadores y estos vendrán "obligados" naturalmente, de todas las principales poblaciones de la sierra de la Audiencia, en el número de dos mil, imponiendo un porcentaje de indígenas que él señala a cada población, de acuerdo con el número de sus habitantes.
Y concluye diciendo: "Podráse pregonar que al indio que de su voluntad se quiera ir a Zaruma, se le hará casa de balde y se le darán tierras y que sería libre de tributo uno o dos años, porque por aquí acudirán muchos".
Don Pedro González de Mendoza está de acuerdo en su Relación respecto a la fundación de un pueblo indígena en Zaruma, con el contingente reclutado en el país, pues debe incrementarse la extracción de oro, y en definitiva opina:
"Este Cerro es sujeto al Corregidor de Loja y parece que convendría que la Caja de Loja y la de Cuenca fuese toda una y se reduzcan a la del dicho Cerro Zaruma; y el Corregidor podrá hacer esta población, pues cae en su jurisdicción, y podrá asistir allí una temporada, dejando su teniente en Loja por el tiempo que le pareciere a los Señores de este Real Consejo; y cuando hiciere ausencia de Zaruma puede dejar su teniente como agora al presente lo tiene y es costumbre, para que el dicho Corregidor entienda el aprovechamiento que la hacienda real de Su Majestad tiene y dé noticia a este Real Consejo, juntamente con los dichos oficial de lo que más convenga, para que acá se provea".
Estas relaciones nos dan la convicción de que Alonso de Mercadillo realizó la fundación de la Villa de Zaruma, como se afirma por nuestros historiadores, pero que ésta fue de precaria existencia por la falta de población que se trataba de trasplantar, y por esto el Rey en varias Cédulas, ordenaba la fundación de una ciudad o villa. Y también se comprueba una vez más, que el horror de las mitas tuvo en Zaruma el mismo resultado, esto es, que se sacrificó sin piedad millares de indígenas hasta el punto del agotamiento en el distrito de Loja, y se arbitró entonces formar una población en el mismo asiento minero de Zaruma, con el secuestro de dos mil indígenas de las provincias interandinas, o con el recogimiento de los painadillos, indígenas vagabundos, miserables, que se hallaban dispersos en todas partes de país.
Además como en el caso de Zamora se insinuaba la compra de esclavos negros para dedicarlos al trabajo de las minas.
Que las minas de Zaruma fueron conocidas desde una época anterior a la dominación incaica, es evidente, no sólo por la tradición conservada acerca del tributo que en oro de Zaruma se ofreció a Huayna Capac en su coronación, sino que aún las minas de Zamora ya fueron explotadas antes de la conquista española.
Afirma Jiménez de la Espada que: "El oro de Zaruma por su mucha liga de plata, tiene un color pálido, carácter que ofrecen también las alhajas de este metal encontradas en las huacas y otros enterramientos de los yungas marítimos; por lo sospecho que aquellos aluviones se explotaron desde muy
antiguo por dichos indios costeños, aprovechando su cercanía y su situación sobre la vertiente occidental de la Cordillera y a orillas de una de las cabeceras del río Tumbes".
Así es que tanto la afirmación del Obispo de Nicaragua, como la del P. Velasco, relativas a que las minas de Zaruma se descubrieron en 1560, no es exacta, si es que este año no es del redescubrimiento de dichas minas.
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